fbpx
Logo positivo

El Montanbike nos dio la vida: historia de cómo el deporte nos transformó.

Entradas Recientes

El Montanbike nos dio la vida: historia de cómo el deporte nos transformó.

En 2012, un inadvertido, pero no tan desconocido, ganglio inflamado hizo su primera aparición, y rápidamente recibimos un diagnóstico de cáncer. Este tipo de noticias nos hacen pensar en lo que estamos haciendo HOY y si eso es suficiente para contrarrestar los riesgos que nuestra vida comienza a tener a medida que pasan los años o cuando las enfermedades vencen.

 

Esas preguntas hechas por una persona con una estructura de personalidad muy emocional hacen que las respuestas tengan un tránsito más largo antes de llegar a una respuesta final. Pero en el caso de una persona muy racional, la respuesta se revela con mayor rapidez y sensatez. Ninguna opción es mejor que otra, sólo que el camino tiene tiempos diferentes y una mezcla de emociones según la mirada del análisis.

La historia paralela a la pasión por el deporte

Con esto en mente, la estructura de personalidad de mi marido, tremendamente racional y analítica, le permitió llegar a una respuesta: retomar la bicicleta todoterreno, un deporte que en el pasado ya le había generado experiencias muy gratas y que, además, le conectaba con lo vital. Ahora, veíamos la salud con mayor optimismo porque rodar por las montañas del Valle del Cauca era mítico, tremendamente desafiante y requería mucha técnica.

Luego, esta aventura es el punto de partida de una serie de años en los que los viajes a las sesiones de quimioterapia fueron menos devastadores. Eso fue porque empezamos a creer y a vivir el dicho «cuando comprendí que lo que voy a tomar en esta vida es lo que vivo, empecé a vivir lo que quiero tomar».

 

La pregunta de «¿qué vamos a hacer hoy?» ya tenía respuesta, ya sabíamos lo que queríamos tomar. La respuesta que nos hacía sentir orgullosos miembros de la élite del ciclismo; sin embargo, el siguiente reto era evolucionar como tales.

Se pueden hacer cosas maravillosas con los propios recursos y, bajo la premisa de «invertir en deporte es invertir en vida», nos preparamos para que en las travesías no faltara de nada. Teníamos la indumentaria más adecuada para los escenarios naturales que visitábamos.

 

Más allá de la indumentaria, teníamos una fijación constante en la experiencia deportiva, en el rendimiento, en cómo el cuerpo respondía a la exigencia de la actividad física, y cómo «la mente» apoyaba esa exigencia; la mayor lucha era contra las ideas de cansancio, era un «NO» rotundo a bajarse de la bici… nunca.

Era una lucha permanente por no perder el disfrute y la diversión, aunque la adrenalina y la actitud de competición, a veces, también generan naturalmente frustración y enfado.

¿Adónde se fue el cáncer?

Estaba ahí, no se había ido del todo, pero ya no era lo más importante porque la calidad de vida era indudablemente mejor ahora que estábamos metidos de lleno en el deporte.

 

La evolución en este deporte está mediatizada por el número de horas que aguantábamos una ruta; por la mejora de la técnica, que utilizábamos al subir cuestas y montañas; por la capacidad analítica al ver una vuelta ciclista; por el cambio en el aspecto de nuestros músculos; por el control de la energía utilizada durante las etapas de las marchas…

 

Todo lo anterior, aunque suene emotivo, fue más racional de lo que imaginas porque sólo con el buen juicio puedes salir de la nube negra que significa tener una enfermedad, que además puede oscurecer por completo la vida de una persona, y empiezas a pensar en cómo mejorar tus niveles cada día y cómo mejorar la técnica. Esto, sumado a cómo visualizar un futuro lleno de salud y con todo planeado y asegurado porque la última palabra no está en nosotros.

Una conexión con el deporte

Una vez que conectamos con un deporte, es posible transformar los hábitos y creencias que tenemos sobre lo que somos capaces de hacer y la facultad de influir directamente en los resultados que queremos alcanzar; de lo contrario, siempre estaremos a merced del destino.

Ahora bien, cuántas veces nos proponemos hacer deporte, pero ninguno nos conecta, no nos «enamora».

En este sentido, apoyo plenamente la idea de que no nacimos dotados de superherramientas que nos hagan buenos en todo, por eso es tan importante entender dónde está nuestro potencial y utilizar inteligentemente nuestra genética para evolucionar en aquello que mejor sabemos hacer, en aquello que podemos hacer mejor y que además nos enamora.

 

Con lo anterior en mente, el deporte deja de tener un concepto lejano, sólo apto para los más influyentes o populares en redes, y empieza a ser más cercano y posible para los que quieren arriesgar por primera vez o para los que desean vivir más y mejor, con diagnóstico o no, simplemente vivir mejor.

La reflexión final

Para hacer deporte o actividad física de mediana exigencia no solo debemos considerar nuestro fenotipo sino identificar la estructura de personalidad, como mencioné anteriormente, debemos entender la capacidad de colocar nuestras habilidades en el momento, intensidad y combinatoria adecuada.

Esta imagen significativa me recuerda las experiencias en torno a un deseo de vida, un deseo de curarse, de respirar aire puro… El deporte que elegimos nos dio más que eso, nos dio experiencias, nos dio un matrimonio, nos dio un proyecto de vida. Nuestra rehabilitación fue total, mente y cuerpo.

Creemos firmemente que todos los seres humanos podemos hacer deporte, independientemente de lo que nos motive, y para lograr una mayor satisfacción personal debemos conocer nuestra epigenética, nuestros moduladores y nuestras capacidades.

Contact

Schedule a personalized call leaving your contact phone number or choose one of the options to contact us: